Dime qué relación tienes con tus hijos y te diré como se alimentan!

Los padres fortalecen las inseguridades de sus hijos adolescentes, ya sea siendo muy autoritarios, muy permisivos o indiferentes, y aumentan el riesgo de despertar en ellos trastornos alimenticios.

La familia es el primer núcleo social, es donde se aprenden los valores, se construye la autoestima y se solidifica la personalidad. El entorno familiar contribuye con el modo de alimentarse, instaura preferencias y rechazos a determinados alimentos, forma patrones alimentarios que en ciertos casos, pueden desencadenar un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).

Hay que reconocer, en los últimos años, hemos construido entre todos una cultura centrada en la imagen y desafortunadamente, tanto la delgadez como la belleza, son sinónimos del éxito en nuestra sociedad. Considerando que la adolescencia es un periodo de vulnerabilidad frente a los estereotipos sociales, los chicos están muy expuestos a caer en conductas restrictivas (dietas de moda, entrenamiento excesivo, métodos purgativos como el uso laxantes o inducción al vomito) que podrían desencadenar algún trastorno en la conducta alimentaria.

Pero si además, estos adolescentes se desarrollan en un núcleo familiar autoritario, indiferente o muy permisivo que fortalecen sus inseguridades, el riesgo de despertar un trastorno es mucho mayor.

La baja autoestima y la errada percepción corporal en la adolescencia se combaten con contención y acompañamiento familiar.

Hoy, sabemos también que el tipo de relación afectiva entre padres e hijos es considerado como factor de riesgo para el desarrollo de un TCA en los adolescentes. Según el perfil del padre o la madre y el lazo que mantengan con sus hijos pueden desprenderse diferentes trastornos; Anorexia Nerviosa, Bulimia, Obesidad o un trastorno por atracón, entre otros. Veamos:

UN PADRE AUTORITARIO

Establece reglas estrictas y castiga con frecuencia, él resuelve las actividades de sus hijos, siempre sin consultar. Es muy poco afectivo, en general exige y controla demasiado. Le gusta opinar e intervenir en la porción, sin importar el grado de saciedad del chico. «Nadie se levanta de la mesa hasta terminar el plato». Desconocen e ignoran sus preferencias «Se come lo que hay y punto, al que no le gusta…».

Un padre autoritario crea adolescentes inseguros, con baja autoestima y sensación de escaso control en sus vidas, tienden a ser obesos o comedores compulsivos. Por otro lado, pueden despertar el extremo, una anorexia nerviosa, ya que se vuelven muy exigentes con su imagen y sienten que lo único que pueden controlar, es su propia ingesta alimentaria.

UN PADRE PERMISIVO Y dominado por sus hijos

Tiene dificultad para enfrentarlos, es muy tolerante y los chicos siempre consiguen lo que quieren.

Estos padres tienen hijos inmaduros y antisociales. En general, son muy selectivos con la comida, no comen frutas y verduras, o rechazan la carne. Mantienen la neofobia en la adultez, el miedo a probar alimentos nuevos.

Si los adolescentes se desarrollan en un núcleo familiar autoritario, indiferente o muy permisivo que fortalecen sus inseguridades, el riesgo de despertar un trastorno es mucho mayor»

 

UN PADRE INDIFERENTE, desentendido o ausente

Es un padre que si bien no exige mucho, tampoco se entrega. Hay ausencia de reglas, y en general no sabe establecer límites. Le cuesta brindar afecto.

Los hijos del indiferente tienen con frecuencia conflictos emocionales y conductuales, son muy impulsivos, tienden incluso a la delincuencia por una falta de control y de afecto. Pueden despertar un Binge Eating Disorder, (trastorno por atracón) perdiendo el control de su ingesta, se refugian y reconfortan en la comida. Tienden también a ser Obesos.

EL DEMOCRÁTICO, un padre ejemplar

Sabe escuchar y negociar con sus hijos. Respeta sus opiniones, pero reconoce y acepta la independencia de cada uno. Explica claramente las razones de un «No» y es comprensivo. Establece reglas claras pero está abierto a los cuestionamientos.

Forma chicos seguros, independientes, sin conflictos con el cuerpo y la comida. En general son delgados, comen variado, les gusta probar nuevos sabores y no le tienen miedo al qué dirán.

Recordemos que en la prevención de la aparición de un TCA, el rol de la familia es fundamental. La baja autoestima y la errada percepción corporal en la adolescencia se combaten con contención y acompañamiento familiar.

Un control excesivo, un desinterés o la sobreprotección se consideran determinantes en el desarrollo de un TCA. Sin embargo, cuando existe una buena comunicación, cuando los padres ofrecen apoyo, contención y respeto por la independencia de sus hijos, se obtienen grandes beneficios en el desarrollo personal y en la conducta alimentaria de los chicos.

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