Obesidad infantil: ¿quién tiene la culpa?
En el año 2016 la OMS a través del comité que lucha para acabar con la obesidad infantil, emitió un comunicado con cifras alarmantes, existen 42 millones de niños con sobrepeso u obesidad, de los cuales un 83% de ellos vive en países de bajos y medianos ingresos. De mantenerse esta tendencia, el número de lactantes y niños pequeños con sobrepeso aumentaría a 70 millones para 2025.
EL PROBLEMA
La hiperdisponibilidad y el elevado consumo de alimentos, asociados al sedentarismo nos conducen hacia la enfermedad del milenio. La causa principal es el desequilibrio entre la ingesta y el gasto. Los niños comen más y se mueven menos. Una combinación perfecta para ganar peso y desarrollar enfermedades que anteriormente eran exclusivas del adulto: diabetes tipo 2, hipertensión, dislipimidemias, enfermedades cardiacas, depresión, ansiedad, entre otras.
A este desequilibrio, se le suma otro de los factores predisponentes y es la genética. Hijos de padres con sobrepeso tienen una alta probabilidad de ser obesos en cualquier etapa de la vida, 40% de chances si lo es un progenitor y ambos, 80%.
Según Sania Sisthar co presidenta de la comisión que lucha contra esta epidemia “la obesidad impacta en la calidad de vida del niño, afecta su estado físico, psicológico, su capacidad de estudio, de relacionarse, le pondrá muchas barreras en la vida, por lo que hay que lidiar urgentemente con el asunto”.
LA SITUACION EN PARAGUAY
En los países en vías de desarrollo, la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil en edad preescolar supera el 30% y Paraguay no se queda atrás. Según las últimas estadísticas 1 de cada 4 niños sufre sobrepeso u obesidad y en los adultos la cifra alcanza a 6 de cada 10 paraguayos. Es por ello que el pasado 10 de febrero el Ministerio de Salud Pública presentó un plan de prevención y control de la obesidad con proyección al 2025 con el fin de disminuir la prevalencia dentro de los próximos 10 años.
¿QUIEN TIENE LA CULPA?
De algo estamos seguros, no es culpa del niño. En general son los padres, quienes por comodidad o desconocimiento, forman malos hábitos en los chicos. Los premian con comida chatarra, los merenderos están cargados de alimentos empaquetados porque “son más prácticos”, se quedan a jugar en casa porque la plaza y los parques son inseguros, pasan mucho tiempo quietos frente a una pantalla y no se mueven porque papá y mamá tampoco lo hacen.
Pero no solamente ellos, la cantina de los colegios, el marketing desmesurado de comida chatarra -rica y barata– la publicidad en horarios claves, el avance de la tecnología pro-sedentarismo, todos estos factores contribuyen con el desarrollo de esta enfermedad.
La obesidad infantil crece a pasos agigantados y es responsabilidad nuestra tomar cartas en el asunto. ¡Recordemos que los niños no nos escuchan, nos imitan! Es fundamental educar con el ejemplo.
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